El uso tímido del poder del perdón

Editorial publicado en el diario The New York Times el 4 de marzo de 2013

La semana pasada, el Presidente Obama perdonó a 17 personas que habían sido convictas de delitos graves. An Na Peng, una ciudadana china que vivía en Hawaii, es la primera persona convicta por un crimen de inmigración que ha sido perdonada en muchos años. Con el perdón, ella ahora puede convertirse en ciudadana americana. Lynn Marie Stanek, convicta de por un negocio de drogas de menor importancia, dijo a su periódico de Oregón que el perdón le permitiría “superar el pasado de forma tangible, legal y personalmente significativa.”

Estas mujeres representan la razón por la cual la Constitución le da al presidente le poder de otorgar “perdones por ofensas en contra de los Estados Unidos” – para proveer un control al sistema de justicia penal y las consecuencias negativas de tener antecedentes penales. Un perdón no borra el antecedente, pero restaura los derechos perdidos debido a la convicción y afirma el buen carácter de una persona. En los libros federales solamente, hay 465 leyes y 699 regulaciones que hacen la vida más dura para gente con antecedentes penales.

Pese a que los perdones a personas que han cometido ofensas menores – la convicción de la Srta. Peng ocurrió en 1996 y la de Ms. Stanek en 1986 – son importantes, ellos no son gran cosa. Los criterios de la administración de Obama para el tratamiento favorable parecen estrechos de miras y poco probables de causar problemas políticos para el presidente. De los 17 perdonados, solo cinco pasaron algún tiempo en prisión, y el resto fueron sentenciados a libertad vigilada, multas o unos pocos meses de arresto domiciliario.

El poder del perdón también permite que un presidente conmute o rebaje condenas injustas dependiendo del caso. Muchos presos federales están cumpliendo términos de prisión escandalosamente largos bajo los esquemas federales de condenas mínimas mandatorias. Desafortunadamente, el Sr. Obama se rehusó a otorgar peticiones de presos federales de conmutar sus condenas.

Las acciones de clemencia del presidente parecieran reflejar un proceso todavía controlado por un Departamento de Justicia que en gran parte se opone a los perdones. Para un presidente cuya tasa de aprobación de perdones y conmutaciones es lamentablemente baja comparada con presidentes de 1900, estos perdones representan un paso en la dirección correcta – pero un paso pusilánime, decepcionante.

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